Amor, Budismo y desapego.
Esta mañana, a mitad de una alegre conversación durante el desayuno:
Yo: “Cada vez que miro a mi gato pasar me quedo hipnotizada. Como por arte de magia y de manera instantánea, una sonrisa se dibuja en mi rostro, y el tiempo se detiene. ¿Será grave doctor?
Una practicante que me escuchaba, de manera cariñosa y picaresca me dijo “ ¡Kankyooooo… pero, y entonces dónde queda el desapego?
El mismo día, un poco más tarde, – ¿habrá sido casualidad o causalidad? – una chica joven me envía un mail dónde me pregunta de forma directa: Kankyo, ¿cómo le haces para amar si sentir apego? ¿O al menos para trabajar en esa dirección?
Pareciera que era el tema del día y de ahí el origen de este post. Esperemos que su lectura pueda aportar elementos a vuestras dilucidaciones al respecto, y proponeros, por qué no, algunas pistas de reflexión.
Aunque haya mucho que decir sobre nuestra relación con el mundo animal, he preferido referirme en esta ocasión al sentido de la relación amorosa, con todo y ejemplos.
La pasión amorosa y la pasión mística, desde el punto de vista del Budismo.
“Amar hasta perder la razón… Amar hasta quedarse sin palabras…” Es el inicio de un famoso poema del escritor francés Louis d Aragon, que describe maravillosamente el estado de la pasión amorosa.
Es al principio de una historia romántica cuando el corazón se agita desesperadamente, esa etapa en la que analizamos cada palabra de los textos enviados por el ser amado (y claro, es esa etapa también en la que estudiamos y sopesamos cuidadosamente cada palabra de nuestras respuestas). Es cuando pasamos horas para elegir las prendas que portaremos durante ese encuentro tan esperado. Ese periodo en el que nos quedamos pasmados frente a la ternura de dos palomas que se arrullan mutuamente. Una etapa bendita, donde nos parecemos más a un girasol, completamente dirigidos hacia los rayos de nuestro nuevo sol. ¿En ese instante… mmm… cómo decirlo de manera franca y directa?… ¡Digamos que no hay una enorme diferencia entre un drogadicto y nosotros!
El mundo exterior nos interesa más bien poco, las mayoría de las conversaciones nos aburren (a menos que tengan que ver con el Elegido en cuestión) y nuestras actividades pierden importancia. Se trata de un estado de pasión estudiado por científicos y poetas por igual. Un estado de creatividad extrema, un poco fuera de tiempo. Por otro lado, es también un estado también del que más vale salir después de algunos meses, so pena de perderse por completo.
Durante el periodo de pasión amorosa buscamos la fusión. Ello podría parecer a una búsqueda mística. Pero la diferencia con ésta última es sin duda que para el amante apasionado existe una sed imperiosa, monumental, irremediable por estar en presencia del otro. Una sed descrita ampliamente en el budismo como la fuente de todo el sufrimiento humano. Esta sed, cuando se vuelca al exterior, empuja al espíritu violentamente hacia el exterior, lo expulsa hacia fuera como un torbellino. En cambio, la pasión mística “o búsqueda espiritual”, absorbe esta fuerza hacia una interioridad celestial, donde la primera etapa será la vuelta a sí mismo, tal cual y sin fuegos artificiales.
“¿El porqué del amor? ¿Por qué te amo?
Una pregunta vasta sin duda alguna. Las respuestas son variadas y un largo camino se presentará por delante antes de llegar a aquella sabia respuesta de “te amo porque eres tú” (y no, “te amo porque me aportas esto o aquello”).
Antes de llegar a este amor, tenemos toda una gama de “amores medicina” o “amores de reparación”. Encuentros que nos permiten avanzar, aunque a veces sea con dolor en el camino.
Cuando tenía alrededor de 25 años, viví un amor de tipo Pigmalión. Estaba completamente hipnotizada por un hombre, bailaba al son de sus deseos y era consciente de estar perdiendo poco a poco el sentido de mi vida. Diez meses estuve atenta al más mínimo movimiento de sus labios, antes de encontrar la fuerza para desapegarme. Diez meses pasé a buscar en él la confirmación de mi valor, hasta entender que debía encontrarla en mi misma. Diez meses ricos en aprendizajes de vida, fundamentales para todo aquello que ocurriría después en mi vida.
En realidad, nunca amé verdaderamente a este hombre – y lo siento profundamente hoy en día –. Simplemente esperaba a que él me amara. Lo llamaba cien veces al día, pero en realidad él no existía. Cuando avanzamos en la vía espiritual, conviene preguntarse: ¿cuál es el tipo de amor que estoy viviendo actualmente o qué tipo de amor me gustaría vivir? ¿Por qué estoy ahora con mi pareja? ¿Qué lugar ocupa realmente esa otra persona en esta relación? ¿Soy verdaderamente capaz de contemplar su vida con interés y ternura?
Amar y liberar al otro
Uno de los preceptos del Budismo que se reciben cuando se opta por seguir el Camino de Buda indica “No codiciar”. Evitar que el otro exista únicamente para satisfacer nuestros deseos o para compensar lo que nos falta, ese vacío interno, la ausencia de algo, la necesidad.
Entonces ¿Cómo hacer para amar sin apego? Pues bien, ante todo estudiándose a sí mismo a -través de la meditación- para descubrir esa ausencia, aceptarla y dejar que desaparezca por sí misma. No de una vez y para siempre (¡sería demasiado simple!) pero durante cada meditación.
=algo me falta, tengo un vacío en el interior, tengo una sensación de pérdida. Ok, lo acepto y me abro a esta emoción, san combatirla=
De esta forma, podremos comenzar a asumir nuestra responsabilidad, y así liberar al otro de nuestras expectativas, devolviéndole todo su lugar en la relación: el lugar de ese otro ser, diferente, único, impresionante… Descubrirlo y amarlo por lo que es.